Ante el revuelo que se ha formado con motivo de que un "príncipe de la Iglesia" emérito se vaya a vivir a un lugar, para algunos idílico, en un inmenso ático de "lujo" de 370 metros cuadrados, con múltiples habitaciones y cuartos de baño, situado en el centro de Madrid, después de haber hecho una costosa reforma, varios amigos decidimos ir a comprobar in situ si la cosa era para tanto, y allí nos desplazamos en el metro de Madrid, hasta la estación de Opera.
La estación del metro de Opera se encuentra muy cerca de la vivienda en cuestión, pero uno de los participantes en la misión, andariego incansable, se empeñó en subir por la calle Arenal y luego bajar por la calle Mayor, con lo cual el recorrido se hizo interminable hasta que por fin llegamos a una calle con un tráfico infernal y un ruido ensordecedor, la calle Bailén, en dónde se encuentra la supuesta morada idílica del prelado emérito, en el piso octavo de un enorme edificio sin aparente valor arquitectónico y medio colgado sobre un tremendo barranco que desciende vertiginosamente hasta la calle de Segovia y, lo que es peor, justo al lado del siniestro viaducto, escenario de tantos suicidios, al que ahora han dotado de unas mamparas de cristal para evitar los saltos al vacío.
Es cierto que desde el piso se pueden contemplar la Catedral de la Almudena y los paisajes de la Casa de Campo, que no es casa ni es campo, pero, ¿qué pueden significar dichos paisajes para un gallego? Seguramente, nada.
Uno no entiende que se haya armado tanto revuelo con el dichoso ático y piensa que para ese viaje tal vez no hacían falta alforjas. Al contrario, habría que agradecer al eminente prelado que se haya dignado ido a vivir a la soledad de un inmenso "campanario" de lujo colgado de un barranco en un ruidoso y siniestro lugar.
