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La democracia de los palmeros

martes, 03 de marzo de 2015
He hablado con un militante pata negra del PP. Esta columna está escrita con más respeto del que procuro por norma, pues la persona de quien les hablo es muy cercana, de manera que les pido me acompañen en un viaje hacia el estupor. Estupor (Diccionario RAE): “Asombro, pasmo, disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o de indiferencia”. Tal es mi sensación.

Militantes, militantos, militantas y militontos; da igual que sean del PP, del PSOE, de IU, de UPyD e incluso de Podemos: no hablo de cargos y carguetes, líderes y diputadas que cobran 100.000€ por jugar al Candy Crush. Hablo de las gentes humildes, fontaneros como el padre de Susana, agricultores, funcionarias, comerciantes: los que pasan horas y horas en las sedes de los partidos alimentando la llama del fuego sagrado, los que siempre están disponibles y entregan al partido su tiempo libre, los que pegan carteles, los que llenan autobuses y agitan banderas cuando hay que ir a aplaudir al líder máximo; los que meten miles de papeletas en sobres cada campaña electoral y los reparten casa por casa, los voluntarios para ser apoderados, interventores; los que van “de relleno” en las listas a partir del número cuatro. Ya se sabe cómo funciona la ralea política dirigente: cuchilladas por estar en los primeros puestos (como el cinco sea dudoso, en el cuarto escalón hay sangre segura) y luego rellenamos el resto de la lista con la tropa.

Militantes: los que en los mítines (la moda se ha generalizado a todos los partidos) salen siempre calladitos, sonrientes y aplaudiendo. Ah, pero no aplauden espontáneamente cuando algo les gusta o convence, lo que sería normal: solo aplauden y siempre aplauden cuando el regidor hace la señal, técnica aprendida de los platós de televisión que, aplicada a la política, produce náuseas. “En dos minutos, entramos en el telediario”, avisa el manzanillo, y las masas enfervorizadas de militontos obedientes se ponen en pie a la de una y aplauden al líder con o sin corbata. ¿Nadie se sorprende de este paripé? ¿No chirría la falta de credibilidad, la disciplina sumisa? Fichados para aplaudir.

El militante del PP con quien he hablado compra sin rechistar todo el argumentario de su partido, lo metaboliza y lo defiende como propio, con pasión y ¡¡convencido!!: “Toda la derecha está unida. Mira cómo está la izquierda, que parece La vida de Bryan”.

—Pero, UPyD, Ciudadanos, Vox…, os van a quitar votos.

—De eso nada –contundente-, UPyD son de izquierdas, Rosa Díez es socialista de toda la vida; los de Ciutadans [en esta ocasión los del PP, disciplinados, pronuncian bien el catalán] son de centro-izquierda. Y los de Vox no pintan nada.

El desprecio a los traidores no tiene fisuras, aunque Ortega Lara haya sido “uno de los nuestros”. Y todo así: Bárcenas, “ese no es del PP”. Rato: “¡Tampoco!”. Pero no lo habéis echado: “Te digo que no es del PP”.

Técnica Rajoy. No conocen a Fabra ni a Matas, ni siquiera a Ruiz Gallardón: han pasado a ser “ese señor de quien usted habla”. Haga el favor y no moleste, que estamos salvando el país.

La subida del IVA es provisional, los impuestos han bajado, Rajoy evitó el rescate y en 2014 “hemos” creado 500.000 puestos de trabajo y tres millones más si nos volvéis a votar. Sea cual sea el mantra del día, del mes, de la legislatura, los militantes de buena fe lo compran, lo metabolizan, lo defienden. Es agotador. Les confieso que la argumentación y la lógica naufragan frente al muro de la fe, de su fidelidad a la causa.

Tontos útiles al partido para rellenar dos minutos en los telediarios, palmeros acríticos, como los diputados del congreso, que acabado el duelo al sol entre Gregory Rajoy Peck y Joseph Cotten Sánchez se van a la cafetería, a refrescar con una caña las manos ardientes de tanto aplaudir y las gargantas roncas de tanto vitorear. Muchos acaban la legislatura sin hacer una sola propuesta o una pregunta: les pagamos un sueldazo por leer la tableta, aplaudir y votar lo que manda el partido.

Los partidos en general, y alguno en particular, no quieren personas críticas que cuestionen el liderazgo de monas vestidas de seda y hagan preguntas incómodas. Estos líderes de cartón-piedra no quieren ciudadanos libres que participen en asambleas abiertas, diálogos fluidos, trabajo compartido. Quieren rebaños de ovejas. En las próximas campañas volveremos a ver miles de militantes fieles, calladitos, sonrientes y aplaudiendo a rabiar. Es la democracia de los palmeros.

@ValentinCarrera
Carrera, Valentín
Carrera, Valentín


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