Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Frutos de la Memoria

viernes, 12 de diciembre de 2014
“Pero no has muerto,
España sobrehumana...
España de los cereales,
del vino y de la abstracción heroica...”
Pablo Neruda

En septiembre de este 2014 se cumplieron setenta y cinco años de aquel día memorable en que un poeta –uno de los más grandes de la lengua castellana- iniciara la epopeya del barco Winnipeg, que iba a traer a tierras sudamericanas, a Chile, a poco más de dos mil refugiados, republicanos españoles que dejaban su desgarrado país luego de tres años de cruenta y feroz “guerra incivil”, para buscar ansiados horizontes de paz y cobijo.

Ese poeta, diplomático de circunstancias, era Pablo Neruda, torrencial vate de “Residencia en la Tierra”, “Canto General”; “España en el Corazón”: ‘Venid a ver la sangre por las calles...’ Junto a su esposa y compañera, la pintora argentina Delia del Carril, a instancias del entonces Presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda, se dieron a la colosal tarea de rescatar de la muerte a esos miles de españoles -afortunados después de todo- que pudieron escapar de las garras del franquismo victorioso...

Dificultades y presiones de toda índole hubieron de sortear el Presidente, el Poeta y la Pintora. Las fuerzas retardatarias que aplastaron la II República Española desplegaban su sórdida telaraña en todos los continentes; red siniestra que iba a transformarse en malla de acero bajo la égida de Hitler y Mussolini, en la conflagración mundial cuyo preludio se gestara en los campos incendiados de España... Pero nada detuvo la empresa humanitaria. El presidente Aguirre Cerda, de acendrada convicción democrática, se vio obligado a “ofrecer garantías” a grupos de la derecha política que clamaban al cielo ante el inminente peligro de “agitadores y revolucionarios rojos”. Así, requirió a Neruda: “...Quiero hombres de trabajo; ni intelectuales, ni profesores, ni periodistas, ni ex miembros de las brigadas internacionales”.

No obstante aquellas prevenciones, Neruda se las ingenió para permitir el acceso al Winnipeg de un considerable grupo de intelectuales y creadores. Su intuición fue también brillante en este aspecto, pues aquella auténtica pléyade iba a dejar profundas huellas en el mundo cultural de Chile durante largas y fructíferas décadas. Aún hoy, la influencia de esos hombres y mujeres se puede apreciar en ese monumento interminable y trascendente que constituye la cultura de un pueblo. No en balde, aquella “carabela” del 39 fue llamada “el barco de la esperanza”.

José Balmes Parramón, un catalán de doce años, quien iba a convertirse en notable y afamado pintor en Santiago del Nuevo Extremo, escribe en sus memorias: “Ahí los veo, de blanco y con sombrero. Pablo Neruda y Delia del Carril. Era el verano del 39. Recibían una avalancha de hombres, mujeres y niños, los refugiados de la guerra de España. Junto a ellos estaba el Winnipeg, barco de carga, como un viejo objeto inmenso pegado al malecón, punto de encuentro y de esperanza.”

Junto a Balmes vendría un mozo madrileño, de porte flaco y quijotesco, de ademán resuelto que parecía refrendar con un hatillo de libros bajo el brazo; era Leopoldo Castedo, futuro historiador y polígrafo –para honra nuestra, chileno de adopción y afectos- otro de los que repartirían en este rincón del mundo imperecederos frutos de la memoria.

Desde las brumas del tiempo surgen otros nombres, otras figuras: Roser Bru, Magdalena Lozano, Arturo Lorenzo, José Ricardo Morales, Antonio Romera, Isidro Corbinos... A ellos iban a sumarse, como inmigrantes coetáneos, venidos en otras naves y derroteros: Margarita Xirgu, la incomparable actriz de “La Barraca”, aquella compañía fundada por Federico García Lorca; José Machado, el menor de los tres hermanos ilustres, pintor que compartiera su pujante juventud con Antonio y Manuel, “en un patio de Sevilla, en un huerto claro donde madura el limonero”; Cástor Narvarte, Vicente Mengod, Eleazar Huerta, Mauricio Amster, Pablo de la Fuente, Santiago Ontañón... Escritores, filósofos, maestros, artistas, polígrafos... Y nuestros gallegos, Manuel Celso Garrido y Ramón Suárez Picallo, a quienes se sumaría, en 1948, Eduardo Blanco Amor.

Corolario de cinco años de trabajos e investigaciones, el Instituto de Estudios Avanzados, de la Universidad de Santiago de Chile, ha editado el libro “España 1939; Los Frutos de la Memoria”, de los historiadores Carmen Norambuena Carrasco y Cristián Garay Vera, quienes, junto a un grupo de colaboradores, dan cima a una tarea de imprescindible recuperación histórica y cultural, a través de amplia monografía ensayística que recoge lo más significativo de aquellas vidas que la España generosa, “de la rabia y de la idea”, sembrara entre nosotros...
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES