Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

El libro de las palabras

martes, 02 de diciembre de 2014
Para quien vive ya irremediablemente enamorado de las palabras, este libro monumental de Constantino García constituye precioso regalo. Me lo trajo de Galicia, en los días finales del caluroso febrero de 2005, la alumna María Paz Ávalos, y desde entonces indago en su millar de páginas para encontrar revelaciones, novedades lingüísticas, hallazgos prosódicos en el interminable universo idiomático de nuestra amada Galicia.

La última vez que viera a Constantino fue en julio de 1999, con ocasión de la entrega de diplomas del Curso de Verán de Lingua e Cultura Galegas. En la testera, me dio el certificado, diciéndome, retranqueiro y zumbón: “doucho de lástima”… Conversamos más tarde en su despacho del ILGA, donde me regalara seis diccionarios para mis estudiantes de Chile. Me acerqué al andel y saqué otra media docena. Soltó la pipa y me espetó: “pero ti es ladrón ou que...” Me vine cargado de volúmenes y gozoso de su generosa amistad.

Hablar de los méritos de su “Obra xornalística completa”, como reza el subtítulo, resultaría innecesario; los méritos de Constantino García exceden cualquier comentario. Tan solo destaco, para mis pacientes lectores y atentos discípulos de los cursos del Programa de Estudios Galegos, en Chile, el inmenso acervo lingüístico del “Libro de las Palabras”, su construcción morosa e inteligente, renovando viejas expresiones, precisando conceptos y significados, mostrándonos las entrañas marinera y campesina de un idioma que debemos defender y difundir sin tregua, porque su mudez significaría secar las fuentes vivas de un pueblo, segar fruto y semilla, apagar el fuego de todas las lareiras… Esto bien lo sabemos y palpamos en nuestra “América del dolor”, continente donde han desfallecido y muerto tantas culturas, agostadas en la irrepetible metáfora de sus voces yertas en la campa del aniquilamiento y el olvido.

Mil cuatrocientas treinta voces y expresiones para avivar el fuego sonoro, quizá por remoto más amado. Es lo que entendemos aquí, a trece mil kilómetros de la Patria del Noroeste, aferrados a la teima y al sueño de unirla, por la canle rumorosa de la cultura, a estos espacios australes donde se salferiron las pegadas de ese puñado de ilusos devanceiros que se espallara, hace cuatrocientos años, en el confín austral de Chiloé, la Nueva Galicia (que espera hoy el apoyo de sus hermanos de alén mar), para contribuir, morosa y abnegadamente, al agromar de una nueva cultura, a través de cuyas manifestaciones hablan y palpitan viejas raíces célticas…

Me detengo en una frase analizada por Constantino (415): “O rechouchío dun xílgaro”: “…Cando tratamos do uso frecuente que facía o noso escritor (Castelao) da verba siar, poñiámola en relación con chiar, nacida da onomatopeya chi, e dabamos exemplos de cómo as pombas chían no ar e de cómo algunhas cousas imitaban o chío dos paxaros…” Pues bien, amigo y mestre García, la voz Chile es onomatopeya del canto de un pequeño pájaro que encontraron los conquistadores al ingresar su tropilla por el valle central del angosto y largo país; lo escogieron para nominarlo. Mil trescientos kilómetros al sur, se impuso asimismo la voz Chilhué, -ahora Chiloé, que significa “lugar de gaviotas”, y que alude al chío estridente de la gaviota…
¿Coincidencias lingüísticas o fruto vivo de la prosódica imaginación de esos primeros gallegos arribados a Chile, entre ellos el polifacético lucense Rodrigo de Quiroga y Camba, que gobernaría el incipiente Reino durante casi dos décadas? Misterio que dejamos, por ahora, a los estudiosos…

Entretanto aquí, nuestro amigo Renato Cárdenas, chilote de pro, poeta, antropólogo, incansable investigador, indaga en el habla curiosa y rica del “archipiélago sonoro”; de ello dan testimonio sus libros: “Diccionario de la Lengua y de la Cultura de Chiloé” y el “Libro de los lugares”. En el primero de éstos llama nuestra atención la gran cantidad de modismos, refranes y voces populares propios de esta “gente de las islas”, cuyos imaginario y cosmogonía se asemejan tanto a sus homónimos gallegos. Así, la natural maestría para dotar a su universo de metáforas vivas de la realidad, a través de mitos, leyendas, refranes, sentencias, aforismos y dichos, ofrece un paralelismo asombroso con el mundo marinero y campesino de Galicia; en el segundo libro, se abre ante nosotros la riqueza de los topónimos, en su mayoría de origen huilliche (1), que engalanan las cuarenta islas de Chiloé, sus pequeñas ciudades, villas, aldeas y villorrios, quizá como una modesta victoria sobre la imposición rotunda del castellano. Sin embargo, la seca lengua de Castilla sufriría en estas comarcas del fin del mundo una transformación melódica y prosódica singular, atenuando inflexiones y fonemas, limando asperezas vocálicas, tal vez por la acción de la lluvia pertinaz, del viento de las rías, del lenguaje de aves y animales; es decir, del idioma de la tierra, de esa lengua que seres como Constantino y Renato, homes bós e xenerosos, son capaces de reinventar y reencantar para nosotros.

NOTA:
1. Huilliche: rama étnica del pueblo mapuche que hablaba también el “mapudungún” o “lengua de la tierra”.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES