De Santiago a Santiago

- Profesor ¿y dónde está Santiago de Compostela?

Entonces dibujo la silueta ancha y principesca de la Península, ese perfil enorme que pendía en el salón de la casa paterna; luego, el noroeste, como si fuera irregular figura de un penacho antiguo, y desde su corazón pétreo la hoz de plata del Miño bajando en suave curva desde los montes de Lugo para ensancharse en la arbitraria geografía que nos separa de Portugal... Encierro en un amplio círculo los límites del Reino de Galiza con la nostalgia de su frustrado anhelo histórico... Ahora las cuatro provincias y un pequeño trazo redondo para la ciudad del Apóstol... El Camino de Santiago, las cinco rutas clásicas del peregrino, referencias a la ecumene milenaria, mitos, leyendas, la “materia de Bretaña” y el ciclo artúrico...

- Profesor, ¿es muy grande Compostela?

Nuestros jóvenes universitarios de Santiago del Nuevo Extremo no son duchos en geografía ni en historia ni en cultura universal. En un mundo donde proliferan los más diversos “medios de comunicación” con asombrosa tecnología, poniendo a nuestro alcance un fárrago de enciclopedias virtuales que hubiesen trastornado a D’Alembert o a Diderot, la juventud parece cada día más desavisada, ajena a sus raíces, bullendo en la superficialidad del modelo light impuesta por esa epidemia planetaria que sopla desde el norte, llamada en jerga tecnócrata “globalización”.

Pero vuelvo a la carga, con paciencia optimista otorgada por la pasión didáctica, transmisión -sobre todo- de amistad peripatética, apelando al método aún no superado que nos legara el maestro Sócrates... Así, se acortan los doce mil quinientos kilómetros que separan ambas ciudades entre confines, la Compostela ancestral y universitaria, y la gigantesca y poluta Santiago de Chile, con sus seis millones de sufridos habitantes que deambulan en el ancho valle elegido por Pedro de Valdivia y Rodrigo de Quiroga para fundar la más populosa de las urbes bajo la advocación de Santiago el Mayor, sin intuir -no exijamos tanto a aquellos capitanes precursores- que los humos y gases generados por sus vecinos iban a transformarla en una de las metrópolis más contaminadas del mundo.

Y hablo de ese “canto a la piedra” que es la ciudad amada de Gelmírez, y leemos un texto de Xosé María Palmeiro, en lingua nai: “Sería cousa de fiar moi fino porque Compostela é un microcosmos onde é posible perderse con seguridade. Ou sexa, onde é imposible perderse porque sempre te descobres nun espacio familiar. Ó amparo dun soportal na rúa do Vilar. No silencio dunha praza que garda ecos de pasos e de voces, de vellos oficios artesáns de prata. Ou na rúa do Franco, testemuña espacial de tantas idas e vindas, que desemboca onde Fonseca, visionario universitario hai máis de cincocentos anos, para levarte suavemente á praza do Obradoiro mentras as badaladas da Berenguela sinalan un antes e un despois no decorrer do tempo, un invisible e caudaloso río que non cesa de levarte por entre as nobres pedras”...

Después de un breve silencio en cuyas alas puede palparse el interés de los alumnos, cedo la palabra a Cristián Loyola Carvallo, joven chileno que hoy rastrea sus ancestros gallegos por la rama materna, egresado como Administrador Público de nuestra Universidad de Santiago de Chile, y espera conocer pronto Galicia, y quizá afincarse en ella... Cristián, asistente de investigación del Centro de Estudios Galegos, les habla de la experiencia de su hallazgo, declarándoles que sucumbió al encanto de este idioma vernáculo que enseñamos en este Último Reino, a lingua campesiña e mariñeira dos meus antergos...

Terminada la clase, el alumno vuelve a la carga:
- ¿Cuántas horas de vuelo son de Santiago a Santiago?
- Unas quince horas, más o menos...
- Entonces es muy cerca, profesor.

Es cierto, pienso, porque no hay distancia entre las palabras amadas que vuelan de sur a norte, buscando el eterno regreso.