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Nicanor Parra, centenario e inmortal

martes, 28 de octubre de 2014
(Centenario: 5 de Septiembre 1914 - 2014)

Un siglo de vida ha cumplido Nicanor Parra, uno de los grandes de la poesía chilena, hispanoamericana y universal. Sus aportes a la creación poética son extraordinarios e indiscutibles, desde la clásica rigurosidad semántica del metro castellano, hasta la más Nicanor Parra, centenario e inmortaldesenfadada poesía, esa que a ratos no parece poseer estatus lírico, y a menudo ni siquiera rango poético, como buena parte de sus “artefactos”, que sus más entusiastas discípulos corean y citan como artículos de fe.

Como bien se ha escrito:
Un Antipoema no es, por supuesto, otra cosa que un poema: debe eliminarse cualquier mitología al respecto, Antipoemas han existido siempre en la historia de la poesía. Y también antiantipoemas, etcétera. La vida interna de la poesía está hecha de tales posiciones. Marcial es antipoeta de Ovidio, Quevedo lo es de Garcilaso; Heine de Goethe, Michaux, de Valéry; Pound, de Tennyson... Así se trenzan en la historia poética lo dionisíaco y lo apolíneo, lo románico y lo clásico, la ironía y el lirismo, el evento existencial y la perfección esencial. Hay una mecánica del proceso antipoético: las formas expresivas que llamamos clásicas, y que consagran el equilibrio, entre la experiencia y el lenguaje, por el camino de la perfección estética tienden a alejarse de la existencia, de la historia, del sentimiento, y a endurecerse en retóricas, su cansancio engendra antipoetas de fortuna varia, poetas de crisis, cuyo verbo irónico y corrosivo quisiera devolvernos el contacto con la experiencia real del hombre en situación.

Puede que la antipoesía sea una reacción más o menos circunstancial frente a la fatiga de lo solemne y adocenado de los poetas “tradicionales” que agobiaban las viejas tertulias con sus declamaciones lloronas, un grito del desenfado verbal contra el tontogravismo (en el caso nuestro, enfermedad transversal de la patria chilena). Cierto es que la obra de Parra vivificó los ambientes enrarecidos de nuestros vates soturnos y atormentados en exceso, es decir, en cuerpo, alma y modales, estableciendo valores lúdicos en el ejercicio de la palabra poética. Es su mérito mayor, amén de una capacidad histriónica –propia de los Parra que conocemos- que le ha permitido estar en primer plano, dentro de nuestra república (o aldea) de las letras, y también en los ámbitos universales del quehacer literario, al punto que su nombre suena y resuena en Estocolmo, cada vez que va a discernirse el galardón universal de las letras.

Pero a mí no me gusta mucho la poesía de Nicanor el Grande –salvo la Obra Gruesa-, por más premios y reconocimientos públicos e internacionales que se den a su creación. Me parece agotadora su pertinacia en el facilismo en que cayó la antipoesía, de su pluma y de la de sus discípulos e imitadores. Y tiene tantos; más incluso que Neruda, que los tuvo por centenares, quizá por miles; que aún los tiene, en Chile y en el extranjero mundo… Ignacio Valente –José Miguel Ibáñez Langlois- sacerdote Opus Dei, sagaz crítico literario, contribuyó con sus exégesis, a través del mausoleo cultural de El Mercurio, a sacralizar la antipoesía, cuyos numerosos cultores recibían premios por doquier en los modestos concursos nacionales, hasta que transformaron el subgénero en una suerte de moda pueblerina, que hoy está agotándose de manera irremediable.

Nicanor tiene cien años de edad y está vigente, activo y creador. Es un genio indiscutible, que suma al amor vitalicio por las palabras su talento de matemático y de físico, cumpliendo, quizá, el antiguo precepto griego de que todo poeta debe ser, primero, un buen matemático, asunto que pareciera contradictorio en nuestro mundo de especializaciones aberrantes y de educación orientada a producir tecnócratas zafios e insensibles, estéticamente hablando, claro está.

La noticia del Premio Cervantes hace tres años, tuvo clamorosa resonancia en nuestro país, como si Nicanor fuese un entrenador de fútbol exitoso o una figura del balompié mundial. También esto es motivo de alegría para nosotros, sus modestos pares de oficio, porque al menos la Antipoesía (con mayúscula) ocupa el primer plano del acontecer chileno. Si hasta el Presidente Piñera elogió entonces su obra, apostillando, casi como una novedad, que es hermano de la gran Violeta y que “todos los Parra llevan el talento en la sangre”, asunto dudoso, porque pareciera tratarse de los genes, y aun las ecuaciones químico-matemáticas de éstos no garantizan la genialidad hereditaria, tal vez menos en las artes que en otros menesteres de la inquietud humana.

Tenemos ahora tres premiados al alero de Miguel de Cervantes y Saavedra: Jorge Edwards, Gonzalo Rojas y Nicanor Parra. Gana la poesía en la estadística y ratifica nuestra proclividad a la lírica, desde nuestros dos Premios Nobel, Pablo y Gabriela, en desmedro de narradores y cronistas.

País de imitadores es éste, como que hoy se mide el talento por la perfección de la copia. Seguro que van a surgir muchos que afirmarán: “Yo soy Nicanor Parra”, y nos infligirán sus antipoemas o artefactos al más puro estilo del original. Pero los buenos lectores no van a confundirse. Seguro.

Me alegro por el venerable y genial Nicanor. Después de todo, que a mí me guste o no su poesía, no agrega ni quita a sus méritos ganados en buena lid, como los mejores de esta patria mezquina con los genios que de tarde en tarde pergeña.

El día de su centenario, a lo largo y ancho de Chile, en teatros, plazas y bibliotecas, se recita su famoso poema “El Hombre Imaginario”, que me he permitido traducir en lengua gallega. Lo he recitado hoy, en la soledad silenciosa de la madrugada, y creo que suena bien, como si el poeta, en vez de haber nacido en la bucólica aldea de San Fabián de Alico, en el campesino centro-sur de Chile, lo hubiese hecho en el casal de A Touza, en la Galicia profunda.


EL HOMBRE IMAGINARIO

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.



O HOME IMAXINARIO

O home imaxinario
vive nunha mansión imaxinaria
rodeada de árbores imaxinarias
á beira dun río imaxinario

Dos muros que son imaxinarios
penduran antigos cadros imaxinarios
irreparabeis gretas imaxinarias
que representan feitos imaxinarios
ocorridos en mundos imaxinarios
en lugares e tempos imaxinarios

Todas as tardes imaxinarias
sobe as escaleiras imaxinarias
e asómase ao balcón imaxinario
a mirar a paisaxe imaxinaria
que consiste nun val imaxinario
arrodeado de cerros imaxinarios

Sombras imaxinarias
veñen polo camiño imaxinario
entoando cancións imaxinarias
á morte do sol imaxinario

E nas noites de lúa imaxinaria
soña coa muller imaxinaria
que lle brindou o seu amor imaxinario
volve sentir ese mesma dor
ese mesmo pracer imaxinario
e volve a latexar
o corazón do home imaxinario.


Brindemos por Nicanor Parra en su centenario, con tinto chileno o con orujo gallego. Ambos le vienen bien a la poesía y renuevan la inmortalidad en el Parnaso.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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