En este mes de agosto se celebra como cada año el Curso Universitario Internacional Música en Compostela. Un encuentro con la música al que acuden alumnos procedentes de todo el mundo. Rodrigo, Falla, Turina
los grandes polifonistas del Siglo de Oro y los compositores contemporáneos se tratan en las diversas cátedras impartidas por prestigiosos profesores y maestros, perfeccionando la técnica, la expresión artística y difundiendo nuestra música española entre los que después se convierten en los mejores embajadores de la misma.
Por tercer año consecutivo asisto a esta cita con la música con dos Maestros de excepción, Antón García Abril, con el que he podido vivir el privilegio de trabajar en el extenso mundo de la técnica compositiva y con el Director Maximino Zumalave, en la no menos brillante parte de análisis musical.
Intensa y fecunda la labor del aula como también la propuesta de conciertos- hasta el momento fabulosos- que organiza el curso, como los de la Real Filharmonía de Galicia en el Auditorio con O mencer dos soños de Xavier de Paz poniendo en valor los valores creativos actuales de Galicia o la Rosaliana de Joaquín Rodrigo, una obra no demasiado escuchada de gran belleza lírica expresada sentidamente en la interpretación de la soprano Carmen Durán. En el incomparable marco de la Catedral compostelana escuchamos la Victoriana de Sorozábal, mística y espiritual y música del propio Abril de su ciclo Canciones para Dulcinea. Josep Colom volvió a fascinarnos con su interpretación de una selección de Sonatas de Scarlatti. Charlas y conferencias completan las jornadas como las impartidas por el Padre Calo, presentando in primicia la obra musical de Rosendo Salvado, impregnada de las influencias propias de su tiempo romántico, de la tradición operística y la obra de Liszt o las del Doctor Jiménez, con exposiciones tan cultas como poéticas introduciendo los contenidos musicales de los conciertos.
