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Kennedy

viernes, 20 de junio de 2014
He conocido a un señor líquido, transparente, su silueta se recorta contra las puertas de cristal del supermercado al que voy un par de veces por semana. Pero es una ilusión óptica, sé que es invisible porque cada día entran y salen compradores, deprisa, deprisa, con bolsas y carritos, y ni le ven ni le saludan, forma parte del mobiliario urbano ante el que pasamos sin decir palabra.
Si le vieran, le saludarían ¿no?, porque él recibe a todos con una sonrisa franca e ingenua, se le ilumina la cara como una raja de sandía con perlas. Quizás sea un ectoplasma porque las puertas del súper tienen un sensor y se abren automáticamente al detectar tarjetas de crédito: pase usted, señora, adelante, caballero, entre en el paraíso terrenal, he aquí el cuerno de la abundancia, la estantería inagotable, el arca de Noé en la nevera, la despensa de Baco, las bodas de Camacho. Pase y llene la bolsa.
Pero ante el señor transparente las puertas no se abren, el sensor ese tan sensible no detecta cash. Quise saber si era de cartón piedra o una proyección de Google Glass sobre el escaparate: me detuve y estreché su mano de carne y hueso. Sonrió agradecido y se llevó la mano al corazón.
—¿Cómo te llamas?
—Kennedy.
—Kennedy, como el presidente americano…
Se abrió la rodaja fresca de sandía en su boca y asintió orgulloso:
—Mi, Angola, vivo por trece años aquí –dijo en el idioma aprendido bajo los puentes. Trece años sin noticias de su familia: para él no existen el wasap ni el skype. Volver sería peor, prefiere esta España hundida en la que sonríe por unas monedas a las puertas del cielo.
Nosotros aún no hemos tocado fondo, pero él nunca ha salido a la superficie. El destino, la vida, dios o aquel rey belga tan culto y tan salvaje que colonizó el Congo le han puesto un pie sobre la cabeza. Nunca jamás nadie le ha preguntado su opinión. A fuerza de no existir, se ha vuelto tan transparente que pasamos a su lado sin verle. Voy con prisa, oiga, no moleste.
Nació en 1963 en Benguela y la ilusión de un padre anciano soñó que su hijo sería como el hombre más poderoso del mundo. Le he dado las gracias y le he pedido a Kennedy que sea mi amigo.
Carrera, Valentín
Carrera, Valentín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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