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El cura, el Ché y Elena Valenciano

sábado, 10 de mayo de 2014
Entre los sacerdotes siempre hubo grandes sabios y tipos semianalfabetos a los que hasta hace no muchas décadas la familia les compraba una rectoría, un deanato, una canonjía.

Entre unos y otros hay gente como el párroco de Canena (Jaén), que dijo hace unos días, refiriéndose a los asesinatos machistas, que antes un borracho le pegaba a su mujer, pero que no la mataba, como ahora, “porque había un sentido moral”, unos “principios cristianos”.

Sacerdote de 2.080 vecinos, parece desconocer la homilética, o el arte de predicar con cierta lógica que tanto cultivaban en los seminarios, pero que ahora se olvida con la necesidad de ordenar curas aceleradamente, porque se acaban.

Quienes solían ser buenos predicadores eran los políticos, en especial los de izquierdas, porque muchos iban para curas, como Stalin, que estudió para pope ortodoxo.

Los de derechas eran más torpes por lo general, e incluso Hitler y Mussolini habían sido izquierdistas entrenados en la homilética del materialismo dialéctico.

Pero el socialismo español ha perdido esa bella arte, al menos la candidata número uno del PSOE a las elecciones europeas, Elena Valenciano.

Acaba de declarar, que su canción favorita es “La chica de ayer”, de 1977, cuando pretende presentarse como la de mañana. Una chica ye-yé para el futuro.

Y señala como sus inspiradores espirituales a Jesucristo Superstar, el Che Guevara y Felipe González, espiritualidad más creativa que la del cura jienense. Sólo su Felipe González tiene lógica: era un gran predicador.

Pero unir Jesucristo Superstar, comedia musical de 1971, inocentona del Flower Power y del LSD, con el Ché Guevara, del que a estas alturas hay miles de testimonios irrefutables sobre su brutalidad, sadismo, homofobia feroz y tantos fusilamientos, es más chocante que lo de establecer diferencias entre las palizas y los asesinatos machistas.

Jesucristo no mataba a nadie y empleaba una excelente homilética para difundir paz y amor, como recogieron los floreados místicos e iluminados hippies oliendo a marihuana.

El Ché los mataba por idealistas reaccionarios, viciosos de la libertad y exhibicionistas, como sabe muy bien Elena Valenciano.

Admirarlo es mucho peor que cualquier frase estúpida de un cura ignorante. Admirarlo es ser cómplice de su maldad y de la terrible dictadura que ayudó a crear.
Molares do Val, Manuel
Molares do Val, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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