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Tercera edad

martes, 25 de marzo de 2014
Hace tiempo, estuve en una residencia de ancianos y vi gente conocida que se alegraba de verme, pero quedé muy impresionado por el ambiente triste y depresivo que allí había, algo totalmente lógico porque es la consecuencia de que las personas mayores tengan que estar todas juntas en residencias de la tercera edad y así lo haya admitido la sociedad actual.

El problema no es que una persona mayor esté en una residencia de ancianos, el problema es que en ese tipo de residencias sólo haya personas mayores, que están allí como apartadas, porque ya no son útiles en una sociedad capitalista o neoliberal que antepone la productividad al bienestar.

La solución no es apartar y reunir a todos los mayores en residencias para la tercera edad, porque el ambiente contagioso que allí se crea es triste, depresivo y decadente, como consecuencia de la suma de tristezas, depresiones, decadencias y otras miserias de la vejez. Lo ideal sería que los ancianos estuvieran integrados en sus familias, como sucedía antes, conviviendo con sus hijos y sobre todo con sus nietos, es decir, las tres generaciones juntas. Esto sería muy enriquecedor para todos y unos aprenderían de otros.

Pero esto, desde el punto de vista de la filosofía capitalista, de la cultura del esfuerzo y del beneficio a toda costa, no es rentable y, por lo tanto, no interesa. Así, los matrimonios o parejas tienen que trabajar los dos durante años para pagar la vivienda y consumir lo máximo posible y, en consecuencia, no pueden ocuparse de otras tareas, con lo cual el resultado es: los hijos a la guardería y los abuelos a la residencia.

Por todo ello, a esos representantes del capitalismo y de los mercados financieros que, aunque dan mucha más importancia al capital que al trabajo, siempre nos están diciendo que hay que trabajar más (nosotros, no ellos), habría que decirles que hay que trabajar menos y ¡vivir más!, es decir, dedicar más tiempo a la familia, a atender a los ancianos y a los niños, y disfrutar conversando unos con otros en los atardeceres como se hacía en aquellos lejanos y venturosos años en los que el tiempo no tenía valor.
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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