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La Galicia que viene

viernes, 07 de marzo de 2014
Uno de los primeros reportajes de mi vida, en los años sesenta, se refería a la pérdida de población que Galicia iba a registrar en este siglo XXI. Transcurría ese tiempo en que nos subíamos al tren que nos llevaba a los destinos de una Europa mucho más pujante, cuando nos enfrentamos al frío de los Alpes en Suiza, a nuestras propias carencias culturales en Francia, al altivo carácter inglés y a la dureza del idioma alemán, principalmente. Mientras en esos países escribíamos la crónica de un viaje a lo incierto con el miedo a lo ignorado en los rostros, aquí se hablaba ya de despoblación y se nos mostraban las primeras aldeas abandonadas.

Aquel relato es coincidente con el de hoy… aunque distinto. Entonces la migración era masiva, el vivo retrato de la necesidad. Hoy es joven y busca tanto el empleo como la fantasía. En los infelices sesenta hubo más fracasos que éxitos en la hora del recuento. En este siglo, cuando llegue el momento, serán, si acaso, solo frustraciones… porque el hogar nativo tendrá aún la puerta abierta. La coincidencia se refiere a que vuelve a hablarse de despoblación, de un panorama demográfico oscuro y de muchas desigualdades provocadas por las perspectivas económicas ya no solo de cada provincia, sino de cada comarca.

La aldea próxima a las ciudades se mantiene y mantendrá viva gracias a la vida en común junto al paisaje admirable; porque conviven en ella gentes generosas de tradición campesina con las más o menos recién llegadas. Sin embargo, la aldea de la montaña, la de vocación rural única, se quedará sola… o servirá de base, en la vieja casa reconstruida para el turismo, deseoso de sentir el canto del río mientras practica el deporte aventura.

El Instituto Gallego de Estadística acaba de contarnos que nuestro futuro demográfico estará más vinculado aún a la economía, a la generación de empleo e incluso a las ofertas inmobiliarias. Por eso será muy desigual para las 53 comarcas en las que se divide el mapa zonal. Las proyecciones las hace el IGE con la mirada puesta en el año 2023 y los expertos apuntan en sus conclusiones a un mayor desarrollo poblacional en las dos grandes áreas urbanas del país, es decir, en las de A Coruña y Vigo.

Nada nuevo en relación con otros anticipos poblacionales en este aspecto; tan solo destaca que A Coruña registrará un saldo positivo de casi cinco mil personas más que llegarán para residir en su área, que las que decidan marcharse a otros lugares. Sin embargo la población de Vigo y por primera vez en su historia, descenderá un tres por ciento, lo que supondrán unos cinco mil habitantes menos. El entorno coruñés sumará en la próxima década 393.690 vecinos, mientras el de Vigo mantendrá su liderazgo con 407.032.

Como te contaba, el rural seguirá despoblándose sin que aparezca un remedio para ello, de ahí el porqué Ourense -según este estudio del IGE- será la segunda ciudad en ganar residentes, poco más de cuatro mil. Para el 2023, la capital del termalismo tendrá 111.836 habitantes, dependiendo del censo vegetativo.

También crecerá Pontevedra en 2.276 residentes pero el balance final, pasados dos lustros, será tan solo de 376 más. Su población será de ochenta y tres mil habitantes y un corto pico.

Lo contrario le pasará a Lugo, ciudad que perderá trescientos habitantes de los 98.761 que tiene en la actualidad, pese a que serán dos mil quinientas las personas que se apuntarán a residir en esta capital.

Pero más caerá el padrón en Ferrol, que perderá un total de 12.881 vecinos; 3.415 que emigrarán y 9.466 que pertenecen al censo vegetativo.

Finalmente Santiago, según las estimaciones del IGE, tendrá prácticamente la misma población que en la actualidad, 96.041 habitantes. Apenas subirá en 1.508 vecinos, porque la llegada de gente nueva supondrá un aumento de 3.346, pero el saldo entre los fallecidos y los nacidos serán de 1.838 personas.

Todo esto, supongo yo, se debe a la falta de interés que demuestran las parejas gallegas por tener hijos. Mientras en aquel reportaje de los sesenta nadie bajaba de tres vástagos, en los noventa la media se quedó en un par; y en este momento la media es de uno y medio, según el Registro de Natalidad. Es decir, antes, los hijos “traían un pan bajo el brazo”, según contaba un refrán. Ahora ni traen un miserable bollo, pero lo peor es que “cuestan un ojo de la cara” y los sueldos dan para poco, para muy poco…

También son muy curiosos los datos que nos llegan del “simposio sobre avances científicos en la prevención y tratamiento del envejecimiento” que se celebró no hace mucho en Madrid, bajo los auspicios de la Fundación Areces. Refiriéndose a Galicia, se llegó a la conclusión estadística de que las medias de esperanza de vida se aproximarán en el 2025 a los cien años. Y esto, se refiere a ambos sexos, lo cual nos pone a nosotros, los vejestorios, muy contentitos… aunque vemos muy alargada la figura de esa gente que dice con todo descaro que se tienen que bajar las pensiones…

Sorprende el dato anterior, porque la alta esperanza de vida, hasta ahora, correspondía solo a las mujeres y es verdad aquello de que hay muchas más viudas que viudos. Es más, eso que los especialistas llaman “envejecimiento activo”, en este país nuestro permitió a algunas damas atender un blog a los 97 años, grabar un CD de música a los 82, participar en carreras populares a los 90 o incluso, como pasa en mi Carreira, caminar durante dos horas diarias a los 95, cosa que sigue haciendo, aunque llueva la señora Carmen.

Hay estudios que dicen que los gallegos somos los más longevos del mundo, después de los japoneses, pero yo solo creo lo que me cuentan mis paisanos mayores de noventa, esos que se dedican a matar el colesterol malo haciendo senderismo:

- Eu non che sei nada, meu rei; pero os seres humanos somos coma os coches. As veces exhibimos carrocería nova, despois de unha reparación de chapa e pintura. Sen embargo o motor ronronea demasiado…

Y concluye diciéndote:
- A mín contoume a doctora que no mundo hai cinco mil centenarios… ¿Ti sabes cantos habitantes somos?

¿Sabes? A mí me parecen bien las estadísticas, todas las estadísticas. Sin embargo, en esto de envejecer, y querer llegar muy allá… Debiéramos tener en cuenta los alicientes que nos ofrece este invierno de la vida. Tendría que contarnos lo que nos propone para seguir viviendo.

Es verdad que todos queremos evitar la caída de la hoja. Pero las historias vuelven a ser inciertas, no por capacidades sino por ese tiempo escaso que nos queda.

De cualquier manera es bello comprobar que aún hay rostros que enamoran para convertir en eterno el último minuto.
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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