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Con la música a otra parte

viernes, 21 de febrero de 2014
Las sucesivas publicaciones del informe PISA no han hecho más que confirmar la evidente mediocridad de nuestro sistema educativo. Dicha mediocridad se debe fundamentalmente a la falta de compromiso con la educación que los distintos gobiernos y oposición han venido mostrando en los últimos años y al uso de la misma como herramienta política. Un gobierno y oposición inteligentes aprovecharían la situación actual para abandonar de una vez por todas el uso interesado de la educación y adoptar una postura de consenso. Sin embargo, la incompetencia de nuestros representantes políticos no tiene límites y el futuro de nuestra educación se nos presenta cada vez más oscuro de llegar a implementarse ese compendio de despropósitos conocido como LOMCE. Desde luego, si los responsables de la elaboración de este anteproyecto de reforma educativa tenían como propósito dejar su impronta es de esperar que estén satisfechos puesto que sin duda alguna de sus “perlas educativas” permanecerá por los siglos de los siglos en el museo de los horrores educativos. Me gustaría centrarme en este caso en una de esas medidas imcomprensibles como es el tratamiento que desde la LOMCE se da a la educación musical. ¿Acaso no les sorprende como a mí el hecho de que en pleno siglo XXI a alguien se le ocurra convertir la educación musical en una materia optativa? ¿Es razonable permitir que un niño tenga la posibilidad de terminar la Educación Primaria sin haber recibido formación musical durante los seis años de la etapa educativa más importante? Con frecuencia me pregunto qué sentirán el señor Wert y compañía al analizar el currículum de países referentes en educación como es el caso de Finlandia, en el que la educación musical y la educación artística a nivel global son consideradas elementos clave del proceso de enseñanza-aprendizaje. No hay más ciego que el que no quiere ver.

Uno de los mayores defectos de nuestro sistema educativo es la ínfima importancia que se le da al desarrollo de la creatividad. De hecho, en lugar de potenciar las habilidades de tipo creativo que todo alumno posee nuestro sistema se ha caracterizado por la progresiva anulación de dichas aptitudes creativas innatas a través de un sistema homogeneizador que tiende a obviar las diferencias individuales en lugar de potenciarlas. La música es un área clave para desarrollar esa creatividad innata cada vez más necesaria para vivir en una nueva sociedad que reclama un nuevo tipo de profesionales. Expertos en la materia como Howard Gardner, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, reconocen la inteligencia musical como una de las ocho inteligencias que cada individuo posee y que por lo tanto es necesario desarrollar con el mismo énfasis y el mismo respeto que otras inteligencias como la lógico-matemática o la lingüística. Relegar la educación musical al ámbito optativo es despreciar su valor y demostrar una absoluta ignorancia pedagógica.

Existe una película que nunca me canso de ver y que me gustaría traer a colación por su estrecha relación con el tema de este artículo. Me refiero a Los chicos del coro, ese emotivo filme que narra la historia de un apasionado maestro que, utilizando como hilo conductor la música y la creación de un coro, es capaz de contagiar de ilusión y esperanza a un grupo de niños de un internado de reeducación de menores cuyo futuro se premusía hasta entonces totalmente oscuro. Tengo predilección por esta historia porque nos presenta una inteligente metáfora sobre el poder de la música y al mismo tiempo nos anima a respetarla y a no infravalorarla. Somos muchos los maestros que percibimos en la música un poder educativo extraordinario y por ello es necesario que expresemos nuestra opinión aun a sabiendas de que el señor Wert y sus asesores harán caso omiso de la misma víctimas de su vanidad e inflexibilidad. De todos modos pienso que estamos obligados al menos a intentar explicar nuestro parecer puesto que la educación pública es responsabilidad de todos, especialmente de las familias, alumnos y maestros. Por ello, si miramos hacia otro lado y permitimos a los que nos gobiernan continuar con la progresiva destrucción del sistema educativo público no estaremos autorizados para quejarnos de las consecuencias que este tipo de políticas antieducativas provoquen.
Riera, Martiño
Riera, Martiño


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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