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Un futuro en paz

sábado, 25 de enero de 2014
Entendí el problema vasco cuando tuve el honor de trabajar en Radio Popular de Donosti, allá en el año 1969. Viví algunos de los acontecimientos que marcaron el futuro de ETA y fui testigo de algunos hechos censurables protagonizados por la policía franquista, entonces con uniforme gris. De este conflicto siempre obtuve una conclusión: el odio no genera más que odio.

Esta mañana me he levantado recordando a los muchos amigos vascos que aún tengo: dos en la cárcel, tres muertos y otros, como mandan los cánones, seguramente preparando la “papancia” en Gaztelubide, donde yo descubrí como se hacía la salsa verde para la merluza.

En aquella época, San Sebastián tenía un centro gallego en el barrio de Gros, a donde íbamos varios y muy variopintos a comer lacón con grelos: un policía de la secreta que estudiara conmigo el bachillerato, un jugador de la Real hijo de gallego, un pequeño armador de Trintxerpe y dos periodistas, uno de ellos este tu amigo y el otro, un proetarra que había sido upegallo antes de que sus padres emigraran de una Galicia pobre a un Euskadi muy rico.

A pesar de las manifestaciones abertzales, que ya empezaban; de la muerte del comisario Manzanas, del secuestro del Cónsul Bhëil, de los tiros que me pegaron en el coche en San Juan de Luz, de las tetas de la Loles quemadas con cigarrillos, de mis carreras con mi hija Gloria en lo alto escapando de los palos indiscriminados de los “grises”…. A pesar de todo eso, pasé en Donosti un tiempo muy feliz; y cuando me vine a Galicia, como un retornado, solté alguna lágrima por abandonar una capital en la que realmente me hice mayor.

Quiero decir que cuanto más cariño le tengo a Euskadi más lamento que a estas alturas de la película aún existan malos y buenos, que es lo mismo que decir asesinos y víctimas.

El final del conflicto es más fácil de lo que parece si metemos esos odios en un baúl y lo cerramos para siempre, con candado de seguridad.

Los que mataron porque sí o por “sus razones políticas”… tienen que pedir perdón a la sociedad, alto y claro, para que se les escuche en el mundo entero; y de paso celebrar ese acto simbólico de entregar las armas aunque sea a la policía “represora”.

Las víctimas, las de derechas y las de izquierdas, deben hacer gala de su generosidad perdonando y haciendo política, si es que les apetece, desde un partido… para que no se produzcan más conflictos y no se derrame más sangre… nunca jamás.

Lo de andar publicando comunicados, como el de esta semana de ETA o mostrando posturas radicales contra una organización terrorista a punto de extinguirse, en las televisiones de los fachas, no contribuye a otra cosa que a dejar que el odio, de nuevo, nos permita ver un futuro en paz.

Desde Galicia, donde también hemos sufrido aunque mucho menos, abogamos por la suelta de palomas y no por la lúgubre canción de las pistolas.


www.galiciaunica.com
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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