LA “NOITE MEIGA” EN OURENSE
(Información facilitada por la Delegación de Cultura
del Ayuntamiento de Ourense)

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Coincide en la noche solsticial del verano, la más corta del año; noche de sortilegios y de encantos, de ritos mágicos, llena de hechizos y de amor. Mucha luz simboliza el bien que actúa para luchar contra el mal y la brujería. Es el fin de una estación y el inicio de otra, y entonces empiezan a crecer las noches y reducirse el día.
Noche llena de simbolismo patriarcal, purificador, regenerador y disipador de enfermedades y otros males de las personas y los animales. Junto con la de San Silvestre, es la noche en que las brujas actúan con mayor intensidad; de ahí que la reunión de las brujas y los aquelarres se hagan esa noche en santuarios como el de O Corpiño.

Todo en esta noche es amor, fecundidad y vida. Todo ello significa enterrar el pasado y estrenar un nuevo tiempo: las gentes inician una nueva vida llena de ilusión, magia y creencias, ya que en Galicia la brujería, superstición y religiosidad aparecen siempre unidas en una fiesta considerada de las más antiguas y con mayor significado dentro del mundo cristiano.

En la noche del 23 al 24 de junio tamén se renuevan simbolismos y creencias relacionadas con el agua, el fuego y la vegetación, y con capacidades curativas, adivinadoras y de encantamientos: se produce la lucha entre el bien -encarnado en el agua, la luz y el fuego- y el mal –en forma de tinieblas, la brujería y los malos espíritus-. Los principales ritos de esa noche son las hogueras, la recogida de hierbas medicinales, “orballo”, “trangalladas”, hechizos unidos a la fecundidad y la salud, y el baile del sol en el cielo. Además, es tradición colocar árboles frutales y adornos en las ventanas y balcones de las chicas jóvenes y, así, cada ramo tiene un significado: el romero indica que es una “buena moza”, el carballo y la higuera denotan que es una “guarra”, el garbanzo que es muy “salada”, el cardo y la hoja de cepa que es una borracha… Cuando la planta no es del agrado de la chica, ésta se levanta con el alba y la retira para evitar habladurías.

También es tradición en Ourense recoger las hierbas olorosas y colocarlas en las puertas y los agujeros de las llaves para espantar a las brujas y que no vengan “a lavar el culo al cacharro de la leche”, ya que las “meigas” dan mal olor y se asustan y evanden ante los buenos olores.

Además, dice la tradición que las hierbas se dejan en agua, pues durante esa noche se abre el cielo y las plantas adquieren virtudes medicinales. Así, en Rubiás dos Mitos emplean las hierbas recogidas por la noche en curar las enfermedades, y en Amoeiro usaban las hojas de nogal para combatir la caída del pelo. Pero, de todas las plantas expuestas en el atardecer del día 23 de junio la más activa es la del saúco, también llamado “el árbol brujo” o el “árbol de la felicidad” por contener todo tipo de propiedades curativas.

En muchos pueblos, incluso, la gente desnuda se tumba al rocío en los barrizales para evitar la sarna; mientras que en otros lugares las personas se lavan con el agua dejada al rocío que luego también introducen en botellas para guardarla como colonia para los más pequeños. Prácticas, todas ellas, que se fundamentan en la creencia de que el rocío de la mañana posee propiedades curativas para la piel.

También se cree que en la noche de San Juan el agua tiene propiedades curativas especiales, por lo que la gente se baña antes de que salga el sol. Un sitio donde está enraizada esta costumbre es Entrimo donde los chicos y chicas chapotean en los riachuelos y las fuentes para alejar las enfermedades, al igual que en el río Támoga, en Nocelo do Val, en Castrelo do Miño y en Sande. Cuenta Rodríguez López que antes del baño es costumbre refregarse nueve veces contra un carballo dejando la ropa vieja colgada de las ramas y vistiéndose con nuevos trajes: una costumbre que los cristianos tomaron de los paganos, según San Agustín.
Otra costumbre popular consiste en dejar toda la noche un huevo puesto el mismo día por la gallina en un vaso con la creencia de que por la mañana se reflejará en él la Virgen, Dios y los santos, así como el sol dando vueltas en el cielo y en un barco.

Ya la víspera, al atardecer, se junta leña para luego quemarla en honor a San Juan, y todos quieren que su hoguera sea la más grande. Y es que las gentes del rural necesitan el sol para que sus frutos maduren, y por eso a través del fuego piden que el sol caliente durante el verano, tratándose de un rito de culto al sol. Por otra parte, saltan la hoguera porque la llama purifica y cura las enfermedades; el humo purifica la carne y se dice que si las chicas saltan el fuego sin tocar las llamas se casarán ese año; de lo contrario, no contraerán matrimonio.

Las hogueras constituyen el centro de todas las costumbres que ya en el siglo VI condenaba San Eloy cuando dijo: “No creáis en la hogueras y os sentéis cantando, porque estas prácticas son obra del demonio. Que ninguno de vosotros dance en la noche de San Juan”. El fuego representa el pasado, lo viejo, lo caduco; por lo que encender una hoguera es adentrarse en el mundo sobrenatural, y mientras se salta el fuego (conocido popularmente como “cacharela”) se canta así:

Lume, lume, alumea o pan;
Deus che dea moito grao,
cada grao coma un bugallo,
cada pe coma un carballo.
Y también:
Salto por riba
do lume de San Xoán
para que non me trabe
nin cobra, nin can.

La hoguera se enciende al ponerse el sol y se apaga al amanecer. En el rural, los jóvenes sacan carros, arados y flores para obstaculizar el camino de la misa o de la fuente; llevan burros a la puerta de la iglesia que luego atan a las campanas para que toquen toda la noche. Llegan a entrar en las casas de las chicas y les llevan ropas –especialmente las prendas íntimas-, y de la cocina se llevan la pota del caldo. Por su parte, las chicas hacen ritos para conseguir novio durante el año: colocan papelitos en un vaso de agua con los nombres de sus pretendientes y el marido será el que corresponda al nombre escrito en un papel estirado. Es, pues, una noche de bodas e intercambios entres hombres y mujeres; así como una noche de hechizos y de amor.
El folclore popular recoge notas de esa noche como la siguiente:

Madrugada de San Xoán,
madrugada máis garrida,
que baila o sol cando nace
e ri cando morre.
por ser noite de San Xoán,
noite de encantos e bruxas.
por ser noite de San Xoán,
ténoche amor Maruxa.
También:
Día de San Xoán, meniña vaite lavar;
pillarás auga de paxaro antes que o sol raiar.

Los visitantes de nuestras parroquias se quejan diciendo: “que se enteraron con gran dolor que en la víspera de San Juan se observa una nociva costumbre de que al anochecer llevan al campo una pipa de vino, juntándose allí mozos y mozas de las feligresías inmediatas con gaitas y tambores y otos incentivos indignos, con que gastan y emplean toda la noche ofendiendo a Dios todo el tiempo, y que perseveran en el campo; por lo tanto, a fin de evitar tan perversas costumbres, desterrar los vicios y cortar las maldades que pueda ocasionarse, ordena el visitante y determina y manda al abad no permita se lleve la pipa de vino al campo, ni alguna otra vasija; que desde ahora lo prohiba y asimismo las gaitas, danzas, cantares y tambores desde que anochece, para cuyo cumplimiento exhorta a las justicias ordinarias contribuyan por su parte a ponerle remedio (parroquia de Abruciños, visita de 1760)”.
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